Sus cuadros
Heberto pintor.
"No, no voy a hacer una exposición jamás". ¿Por qué? "Porque me da vergüenza, no soy un pintor profesional, pinto por placer, para relajarme, para dar afecto"...Así solía contestar Heberto.
Desde niño tuvo facilidad para el dibujo y las artes plásticas en general. Apenas a los diez años de edad sus dibujos aparecían en la pantalla del Cine Lux, durante los intermedios, lo que le permitía entrar gratis en compañía de sus amiguitos. Acudió en aquella época con Germán Butze; su intención: colaborar en la revista Chamaco. Al ver los trabajos que Germán realizaba, sintió pena y escondió los suyos bajo el brazo. Butze le pidió que se los mostrara, sonrió, le dio una palmadita y le dijo:"Tienes talento, sigue trabajando".
Heberto siguió, pero por otras veredas; sin embargo, nunca dejó de arrastrar el lápiz ni el pincel por completo. Conoció a David Alfaro Siqueiros en el Movimiento de Liberación Nacional durante la década de los sesenta y perfeccionó sus técnicas durante su involuntario cautiverio, en la clandestinidad y posteriormente en su encierro en el Palacio Negro de Lecumberri, de 1969 a 1971, en donde pasaba el tiempo estudiando y trabajando y desde donde admiró la escuela de los impresionistas de finales del siglo XIX: Monet, Manet, Renoir, Cezanne y Van Gogh. Más tarde coincidiría nuevamente en el trabajo con Siqueiros, en la creación y construcción del Polyforum Cultural en el Hotel de México.
En sus dibujos es notoria la influencia de su amigo Rogelio Naranjo, quien junto con otros caricaturistas aportaron sus trabajos al quehacer político en la construcción del Partido Mexicano de los Trabajadores.
Pintar y compartir... esos pequeños pero grandes detalles cargados de sentimientos eran característicos en su persona, siempre haciendo un retrato al compañero, al interlocutor, mientras el pasar del tiempo corría sobre las interminables reuniones de trabajo... de política...de su vida.
Dentro de su obra más significativa destaca La Universidad en Lecurnberri, donde queda testimonio de que ni el gobierno más represor pudo exterminar la reflexión y la razón.
Especial contenido anecdótico tiene otro de sus cuadros, el que se negó dos veces a desaparecer; aquel que el 8 de mayo de 1969 Heberto volteara hacia abajo, pisándolo y con ello burlando a los militares que habían logrado finalmente aprehenderlo. La segunda ocasión sobrevivió al atentado del primero de enero de 1971 perpetrado por los presos comunes, quienes bajo los efectos de enervantes y azuzados por las autoridades del penal atacaron a los presos políticos, robándoles sus escasas pertenencias. Ahí de nueva cuenta lo rescataría parándose otra vez sobre él. Es el cuadro que cuelga sobre una de las paredes de la que fuera su casa y la pintura es de Tere, su compañera.
Heberto tradicionalmente regalaba una tarjeta con motivo del fin de año. Así, en diciembre de 1996 realizó un retrato de una niña chiapaneca cargando su pobreza; al interior, uno de sus últimos sueños, de sus tercos deseos, una tarea para nosotros los que aún estamos:"Paz con justicia y dignidad para Chiapas en 1997".